
Hoy en día nos podemos encontrar canciones de los Beatles que se cantan en la misa, o de Simon & Garfunkel
y de tantos otros autores de música pop cuya antigüedad no supera unas cuantas décadas. Incluso pecan estos
músicos de no haber compuesto sus canciones expresamente con un fin religioso, algunas son además de
antirreligiosidad expresa como la canción Imagine de John Lennon que cita en su letra imagina un mundo sin
religión y a pesar de lo cual se canta en algunas misas. De hecho hay ya numerosos grupos musicales que se
dedican exclusivamente a la creación y composición de canciones para la liturgia católica. Estos grupos
obtienen también sus ingresos por este tipo de canciones aunque por otra parte ofrecen sus creaciones
desinteresadamente al colectivo juvenil para que puedan tocarlas en sus respectivas parroquias.
Se puede notar claramente como la música eclesiástica a sufrido una fuerte evolución desde los primitivos cantos hasta la complejidad musical actual. El hecho de que la música haya estado siempre vinculada a la
iglesia católica y que se haya desarrollado con esta viene a demostrar la importancia que tiene hoy día la
música religiosa entre la comunidad eclesiástica, más aun cuando gente que no se manifiestan creyentes o
practicantes reconocen muchas canciones sacras como de su gusto personal, habiendo llegado incluso a
cantarlas en alguna ocasión (como en los coros rocieros o las corales).
La universalidad de la música hace pues que sea más fácil la evangelización, al estar presente en nuestra
sociedad enteramente. Vamos descubriendo así razones que avalan la presencia de la música en la liturgia. Se
sabe de muchos casos en los que la gente que asiste de manera regular a una determinada parroquia disfruta y
practica los cantos que allí oye. Tanto es así que a veces eligen un horario de asistencia a misa en función de
que cante tal coro o tal otro. Parece ser pues, que esta gente encuentra en este tipo de música la mejor manera
de orar a Dios y pasar una misa en autentica conexión con Él.
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